El carbono es esencial para construir las moléculas orgánicas
que caracterizan a los organismos vivos.
La principal fuente de carbono para los productores es el CO2
del aire atmosférico, que también se halla disuelto en lagos y océanos.
Además hay carbono en las rocas carbonatadas (calizas, coral)
y en los combustibles fósiles (carbón mineral y petróleo).
Durante la fotosíntesis, las plantas verdes toman CO2
del ambiente abiótico e incorporan el carbono en los carbohidratos que sintetizan.
Parte de estos carbohidratos son metabolizados por los mismos productores en su
respiración, devolviendo carbono al medio circundante en forma de CO2.
Otra parte de esos carbohidratos son transferidos a los animales y demás
heterótrofos, que también liberan CO2 al respirar.
El ciclo completo del carbono requiere que los
descomponedores metabolicen los compuestos orgánicos de los organismos muertos
y agreguen nuevas cantidades de CO2 al ambiente. A todo lo anterior debe
sumarse la enorme cantidad de CO2 que llega a la atmósfera como
producto de la actividad volcánica, la erosión de las rocas carbonatadas y,
sobre todo, la quema de combustibles fósiles por el hombre.
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