miércoles, 26 de septiembre de 2012

¿Hacia dónde vamos?


En la Edad Media se pensaba que el fin del mundo iba a llegar con el milenio. Se vivía con miedo, miedo a que un mal terrible azotase la tierra. Pero, ¿qué está pasando ahora? ¿Por qué volvemos a oír hablar de la llegada de catástrofes ambientales, sociales y económicas? ¿Realmente existen motivos para que los científicos nos asusten? Pues bien, los datos no dejan lugar a duda: sí tenemos motivos para preocuparnos y, sobre todo, para reaccionar.  

El agujero en la capa de ozono, el hecho de que actualmente la lluvia ácida (la precipitación de altos niveles de ácido nítrico y ácido sulfúrico, causada por la quema de combustibles fósiles) sea un grave problema en China y Rusia entre otras regiones, que la contaminación con ozono pueda tener efectos sobre la salud humana (enfermedades respiratorias, cardiovasculares…), la contaminación de los océanos, la desertificación…  

Por todo esto, nos debe inquietar el futuro de la Tierra, porque es el nuestro. Debemos preocuparnos por el agua que bebemos, por el aire que respiramos, por los animales con los que convivimos, por las plantas que nos dan oxígeno y por los mares que nos alimentan. Debemos entendernos como un todo. Ésta en nuestra responsabilidad ante las futuras generaciones.