El suelo es un recurso natural que corresponde a la capa superior de
la corteza terrestre. Contiene agua y elementos nutritivos que los seres
vivos utilizan. El suelo es vital, ya que el ser humano depende de él
para la producción de alimentos, la crianza de animales, la plantación
de árboles, la obtención de agua y de algunos recursos minerales, entre
otras cosas. En él se apoyan y nutren las plantas en su crecimiento y
condiciona, por lo tanto, todo el desarrollo del ecosistema.
La erosión del suelo se
está acelerando en todos los continentes y está degradando unos 2.000
millones de hectáreas de tierra de cultivo y de pastoreo, lo que
representa una seria amenaza para el abastecimiento global de víveres.
Cada año la erosión de los suelos y otras formas de degradación de las
tierras provocan una pérdida de entre 5 y 7 millones de hectáreas de
tierras cultivables. En los países subdesarrollados,
la creciente necesidad de alimentos y leña han tenido como resultado la deforestación
y cultivo de laderas con mucha pendiente, lo que ha producido una
severa erosión de las mismas. Para complicar aún más el problema, hay
que tener en cuenta la pérdida de tierras de cultivo de primera calidad
debido a la industria, los pantanos, la expansión de las ciudades y las
carreteras. La erosión del suelo y la pérdida de las tierras
de cultivo y los bosques
reduce además la capacidad de conservación de la humedad de los suelos y
añade sedimentos a las corrientes de agua, los lagos y los embalses.
Los problemas más comunes con relación al suelo tienen que ver con
las actividades de las personas. Al respecto, los problemas directamente
derivados del uso antrópico de los suelos son actualmente muy severos.
La erosión, la desertificación, la contaminación, la compactación, el
avance de las ciudades y urbanización, y la pérdida de fertilidad, se
encuentran entre los problemas más graves que afectan hoy a los suelos.